Esta es mi primera columna en Influencias Positivas, y nace desde un lugar profundamente personal. Soy Rosana Ramírez, Licenciada en Psicopedagogía y fundadora de Crear y Aprender. Hoy elijo compartir, con honestidad y esperanza, mi experiencia como paciente oncológica. No desde la teoría, sino desde la vida misma.

Un diagnóstico te mueve la estantería de arriba abajo y de un lado al otro. Cambia los planes, la rutina, las prioridades, la vida social y, sobre todo, la identidad. Un día te presentás como madre, profesional, amiga; al siguiente, la palabra “paciente oncológica” se suma y lo tiñe todo. No te borra, pero te obliga a mirarte con otros ojos.
Los tratamientos traen consigo pérdidas y transformaciones. Algunas definitivas, como las que deja una cirugía. Otras temporales, como la caída del cabello. Ambas te confrontan con un cuerpo que ya no responde a las viejas referencias. Habitarlo de nuevo duele, desconcierta y, a la vez, nos recuerda lo esencial: este cuerpo distinto es el que me permite seguir acá, respirando, amando, aprendiendo.
En ese camino, las emociones se vuelven un torbellino. Miedo, angustia, desesperanza. Y también fe, gratitud y un amor inmenso por la vida. Aprendí que ninguna emoción “está mal”: todas traen un mensaje. El miedo nos cuida, la tristeza nos invita a pedir sostén, la gratitud nos ancla en lo que sí tenemos. Se trata de dejarlas pasar, escucharlas, y no quedarnos a vivir para siempre en ninguna.
Cada persona da esta batalla desde su trinchera, atravesada por su cultura, sus creencias, su forma de ver la vida y sus recursos para adaptarse. No existen dos procesos iguales, pero hay algo que nos hermana: la posibilidad de encontrar sentido incluso en medio de la tormenta. A veces ese sentido aparece en lo pequeño: una taza de té caliente, una charla breve, la mano que te acompaña al estudio, el humor que nos rescata cuando el día se vuelve pesado.
Desde la psicopedagogía, miro este tránsito con la misma lente con la que acompaño los aprendizajes: considerar a la persona en su totalidad, reconocer sus tiempos, su estilo, sus fortalezas. Aprender no es solo sumar conocimientos; es también rearmar la vida cuando un golpe la desordena. Y en ese rearmar, cada logro cuenta: levantarse, pedir ayuda, decir “hoy no puedo” o “hoy me animo”. Todo eso también es aprender.
No romantizo la enfermedad. Hay días duros, tratamientos que agotan, controles que inquietan. Pero tampoco renuncio a celebrar cada paso. Porque en este recorrido, una y otra vez, descubrí que somos más fuertes de lo que creemos, y que la fragilidad no nos resta valor: nos humaniza. Nos permite mirarnos con compasión y mirar a otros con más ternura.
Esta columna será un espacio para contar ese andar: lo que me enseñó el cáncer sobre el tiempo, el cuerpo, los vínculos, la fe, el trabajo, la esperanza. No traigo recetas, traigo experiencia. Ojalá estas palabras te abriguen si estás pasando por algo similar, o te inviten a acompañar mejor a quien lo transita.
Tenemos otra oportunidad para escribir nuestra historia, con tinta nueva y páginas en blanco. Que cada día valga la vida.
Estamos acá. Juntas, juntos, en camino.
Rosana Ramírez
Licenciada en Psicopedagogía
Fundadora de Crear y Aprender
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